miércoles, 13 de mayo de 2009

Las deliciosas mieles del poder

Dentro de las necesidades fundamentales del ser humano se encuentra el deseo de reconocimiento por parte de los demás. Cuando se llega a cumplir esta necesidad se puede decir que tenemos algún grado de poder sobre las personas que nos ven con cierta admiración. Si nosotros no logramos manejar ese leve poder, podemos llegar a perder ese reconocimiento y llegar al extremo de ser repudiados por nuestros semejantes.

Es algo natural en los seres humanos la búsqueda de cierto poder dentro de nuestro entorno. Me doy la libertad de afirmar, sin temor a equivocarme, que en las aspiraciones de cada uno de nosotros no se encuentra ser una persona a la cual la deben de guiar toda su vida, al contrario, buscamos ser autónomos y en ciertos aspectos de nuestra vida queremos ser los jefes. Ser jefe, a mi parecer, implica tener cierto grado de poder sobre alguien más.

El poder es algo que está presente en casi todas las actividades cotidianas. Nuestros padres tienen cierto poder sobre poder sobre nosotros, los hermanos mayores ejercen poder sobre los menores, un gerente de una empresa tiene el poder de dirigir tareas dentro de una organización. En fin, en cualquier parte que volteamos a ver, podemos percibir que las actividades son consecuencia del ejercicio del poder de una persona sobre otra.

Tener esta ventaja sobre otras personas puede llegar a ser tan tentador que fácilmente perdemos la noción de nuestros valores. Esto suele verse comúnmente dentro de la política. Los funcionarios tienen el poder de controlar fondos, los cuales los utilizan a su beneficio y se ingenian la manera de ese dinero llegue a sus bolsillos. También han buscado la manera de obtener un poder que les permite infringir las leyes, sintiéndose ellos en una posición por encima de la ley.

Pero los políticos no son los únicos que se ven corrompidos por el poder. Existen sacerdotes que aprovechan su posición como representantes de Dios para saciar necesidades sexuales, llevando a niños y mujeres, con engaños, a una posición en la cual se ven obligados a cumplir con las exigencias de los curas. Este fenómeno no es ajeno al seno familiar. Hay padres de familia que abusan de sus hijos, los golpean, los explotan, todo porque ellos así lo desea, porque se sienten en una posición que su palabra es ley. Incluso un inocente niño puede probar las mieles del poder. Cuantas veces no presenciamos a la hora del recreo que el dueño de la pelota expulsaba o no dejaba que alguien no participara en la ansiada “chamusca” todo porque a él no le agradaba. Y ay de aquel que le cuestione su criterio porque iría observar el partido con el niño al que le negaron la participación.

En fin, todos estamos expuestos a ser corrompidos si no sabemos manejar el poder que en algún logramos adquirir. Es por esta razón que tenemos que estar siempre conscientes que a la larga todos los humanos somos iguales. Todos gozamos con los mismos derechos, sin importar la religión, cultura, color, orientación sexual, nacionalidad, status social, etc. A medida que vayamos comprendiendo este concepto tan sencillo, (pero al parecer muy difícil de comprender) podremos ser capaces de canalizar nuestro poder para guiar a las personas a actuar de buena manera.

Actualmente estamos sufriendo las consecuencias de un poder mal ejecutado. Estamos viviendo en una inmensa crisis, no solo económica, sino que social y ambiental, debido a que las personas con poder no lo han sabido manejar. Creo que ya nos hemos dado cuenta que el rumbo que hemos llevado no es el correcto y necesitamos de gente con el poder de corregir el rumbo. Pero no debemos esperar que sea alguien más el que nos guíe. Nosotros mismos podemos ser las directrices del cambio. Todos los humanos tenemos el poder de cambiar nuestro entorno y ese poder debe de ser el que mejor debemos ejecutar.

Concluyendo, hay que recordar que nadie está sobre nadie en esta vida. Al final de cuentas todos seremos lo mismo, cenizas regadas en la tierra. Lo que hace a una persona más poderosa que las demás es la habilidad de saber ejecutar ese poder. Por eso tengamos siempre en mente de actuar de buena manera y tener presente que el poder nos puede corromper.